“Días de terror en el Paraguay que llora por el luto de sus hijos”

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Esta es la historia de Larisa Cardozo, una joven estudiante universitaria de Ingeniería (UNA) de Paraguarí, que a través de un escrito en twitter, describió sobre su triste calvario por lo que tuvo que pasar, y la que sigue padeciendo en su lucha contra la covid 19. El posteo se hizo viral y es tendencia en dicha red social, y fue lanzado por ella como único objetivo a que la ciudadanía siga cuidándose y seguir el protocolo sanitario.

 

“Era el día jueves 25 de marzo y mis padres van a buscarme a San Lorenzo en el auto, para poder pasar la Semana Santa con mi familia en la ciudad de Paraguari. Mis padres me buscaron por temor a que me infecte al viajar en el colectivo, lo que no sabíamos es que ellos ya estaban contagiados. El vienes 26, al mediodía, mamá se realiza el test rápido, dando positivo el resultado.

 

“Al día siguiente mi papá empieza a sentirse mal también. Van papá y las nenas a hacerse el test, todos dieron positivo, empiezo a usar tapaboca dentro de la casa, apartamos los cubiertos de cada uno, trato de aislarme, pero es imposible, se sienten mal y tengo que cuidar de ellos. El 29 de marzo empiezo a tener catarro y tos. El 31 de marzo nos traen oxímetro, el enfermero me dice que si marca por debajo de 90 debo llevarlos a urgencias del hospital. Mamá se mantiene al límite de 90, empieza a preocuparme, papá sale al patio a tomar sol porque no se siente bien.

 

“Ese mismo día, cerca del medio día me hacen el test. Más tarde, como a las 18 horas, vamos con mamá a retirar mi resultado (positivo), ella consulta porque le aprieta el pecho. Al mismo tiempo mis abuelos y tía van a retirar sus resultados, todos positivos también. A mamá le internan, se queda en el pasillo del hospital con oxígeno, no hay lugar en el hospital. A las 20 horas mi papá llega a urgencias también, le trae mi abuelo, su presión está alta, está mareado, le ponen suero. Yo apenas se conducir recién, una vez que le dejan salir yo conduzco hasta casa, mi papá vomita todo el camino.

 

“Recogemos las cosas para que las criaturas se queden con él en la casa de los abuelos. Papá no quiere quedarse en la casa de abuela, pero no hay de otra. Vuelvo al hospital y ahí inicia mi estadía permanente, la primera madrugada de mamá ya gastó unos 200 mil guaraníes o más. La tarde del 1 de abril mi mamá consigue sala, mi papá vuelve a urgencias un par de veces en el día. Entre las cosas que me pedían ya había comprado un termómetro que se me perdió, tuve que comprar otro. Mamá se mueve al mínimo ya no puede respirar.

 

“El 2 de abril papá se interna también, permanece en urgencias, todavía no tiene sala. Yo lloro por los pasillos del hospital, tengo que comprar omeprazol antibióticos, anticoagulantes, los mismos escasean en las farmacias, gasto más de 500 mil por día ya. Corro de pasillo en pasillo porque a cada rato pueden pedir medicamentos y tengo que estar para escuchar, me empieza a apretar el pecho y al toser me duele la espalda como si me patearan, ese dolor me duró solo un día, pero ese dolor lo tuvo mamá por días y papá hasta el final.

 

“Mis abuelos empiezan a venir a urgencias a cada rato ya, nadie les mira a mis hermanas (5 y 13 años) se quedan solas de noche y de madrugada, se cuidan entre ellas, son muy guapitas. El 3 de abril a la madrugada, papá es trasladado a una sala, a la madrugada le internan a mi abuelo en urgencias. Papá no satura bien el oxígeno, no deja de vomitar, su azúcar siempre está alrededor de 500, me recetan una mascarilla con reservorio para que supuestamente respire mejor, no hay en Paraguarí, unos amigos de papá buscan en Itá y consiguen.

 

“Cambian de sala a papá, para que esté más cerca de los doctores, su situación es complicada. Mamá y papá están a dos salas de distancia, pero no se pueden ver, cuando se sienten bien se hacen videollamadas o se envían audios. Duermo en el auto, duermo en un banco en el pasillo, duermo en la silla de cable en la sala de mamá. El 4 de abril trasladan a abuelo a una sala, tiene mucha fiebre a cada rato y tiembla. Le dicen a papá que se quede boca abajo, está muy incómodo y sufre mucho.

 

“En la sala hace mucho calor, todo el hospital escucha so tos y sus arcadas, le pongo paños fríos para tratar de que esté fresco, le fricciono las piernas, la espalda trato de hacer todo lo que puedo para que le pase algún dolor. Ya me avisan que si no mejora le van a intubar. Papá me dice que quiere irse a casa, está triste, yo le repito que aguante un poquito más. Esa noche me voy a bañar a casa (dos días ya no me bañaba). Para mi mala suerte, en medio de todo lo que me pasa, rayo un auto y me amenazan con demandarme, es un desastre mi vida.

 

“El 5 de abril, como a las 8 de la mañana, una vecina viene para verles a mis papás y hacerme relevo, yo voy a casa a dormir un rato, pero no lo logré, me llaman a las 10, a papá lo van a intubar, me siento mal por no estar allí, vuelvo al hospital. Veo que más de seis doctores entran a su sala. Corren en busca de cosas, salen y entran nerviosos y apurados, mi corazón se me achica, una doctora sale a hablarme, lo van a mover a urgencias de nuevo. Me dicen que papá tenía una malformación en la garganta, que la intubación fue complicada.

 

“Durante los siguientes tres días, el oxígeno que le estaban dando no llegaba al 100 por ciento a sus pulmones, sino que iba a su estómago, me dicen que si papá no resiste estas dos horas siguientes, sería un adiós. Se me cae el mundo a pedazos. Los amigos de mi papá, mis amigos de facultad se mueven en busca de terapia, no hay en ningún lado. Al medio día mi abuela se va y se interna también, mi tío llega de Asunción, a alguien le van a dar de alta en el hospital de Itauguá, apenas eso ocurra se le traslada a papá.

 

“Corro de acá para allá, son casi las 18 horas, voy a la sala de mamá y me despido, le digo que papá va a estar bien, abuela estaba en el pasillo esperando oxígeno, ve como a su hijo le suben a la ambulancia, esa fue su despedida. Llegamos casi a las 19 horas, me quedé en una carpa de madrugada, me piden medicamentos para papá, confió en que todo va a estar bien. A las 9 horas del 6 de abril, vamos al súper con mi tío a buscar víveres, a las 9:12 horas recibo una llamada. Una doctora me dice que papá sufrió un paro cardiorrespiratorio, lo están reanimando y que por protocolo me volverá a llamar, corremos al hospital. A las 9:36 me llaman de nuevo, fueron los 24 minutos más largos de mi vida, me avisan que papá no resistió.

 

“Me notifican que tengo que pasar por admisión a firmar unos papeles y me dan los pésames, así por teléfono. Todo fue muy rápido, tuve que contener a mi mamá por teléfono, volví a Paraguarí, tuve que sentar a mis hermanitas (5 y 13 años) a darles la noticia. Mis abuelos no se pudieron despedir de su hijo mayor, mi mamá no se pudo despedir del amor de su vida por 26 años, mi tía, la hermana de mi papá, apenas pudo salir un rato del hospital para el entierro, es que estaba en el hospital con mis abuelos.

 

“Esa noche la pasamos llorando solas con mis hermanitas. Y así mi vida como la conocía terminó en menos de cinco días, fue rápido y desgarrador, no parece real. Todo lo que pasó se repite en mi cabeza como un bucle y mientras yo quiero permanecer estática, todo sigue su curso. Todo sigue igual, aunque él no está, mis tareas de la facultad ya se acumulan, hay cuentas de la casa que pagar, trámites de papá que iniciar. Todo sigue y él se fue, ahora sobra espacio, sobran ropas, sobran medicamentos, sobran cubiertos y falta él.

 

“Se fue y quiero pensar que dejó de sufrir, que estaba muy cansado, que está descansando, que va a estar bien y con el tiempo nosotras vamos a estar bien.  Siempre nos cuidamos porque mi papá era diabético, pero aun así no nos imaginamos esto, esta enfermedad es fortuita, me parece necesario desahogarme y compartir mi experiencia porque a días de fallecer mi papá sigo encontrando personas que dicen que el virus no existe”.

 

“Papá ya no está para ocuparse de estos problemas y la situación es poco alentadora pero la vida sigue”.

 

A la mamá de Lari ya la dieron el alta médica y sigue con su recuperación en su casa, sus hermanas de 5 y 13 años, si bien se contagiaron no padecieron mucho el virus. Sus abuelos siguen internados y en estado grave.

 

La vida continúa para Lari y su familia, como ella misma manifestaba en sus posteos, las responsabilidades como estudiante y las cuentas golpean a su puerta.