De Cincinato, elecciones de abogados y otras yerbas

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Por: Abog. Dany Aguero

En la antigua Roma, cuando las cuestiones lo requerían era normal designar a un Dictador, pero dictador sin las connotaciones negativas como lo conocemos hoy, y si de dictadores debemos escribir, es conveniente escribir del mejor de ellos. La dictadura era una magistratura de tiempos de la República (magister populi, se llamaba oficialmente, pues dictador era un apelativo popular) que confería a su titular plenos poderes para afrontar una situación excepcional, generalmente relacionada con la seguridad. Como es sabido que el poder puede obnubilar al menos pintado, los romanos ya lo previeron y para que no constituya un riesgo, tentando al dictador a perpetuarse, se establecieron limitaciones como la obligación de aplicar ese poder sólo para afrontar el peligro que le había cernía sobre ellos y tener que renunciar una vez pasara (o en un plazo de seis meses).

Como la designación de un Magister Populi o Dictador, seguía trámites estrictamente políticos: mediante un senatus consultum, el Senado autorizaba a los pretores o cónsules a elegir un dictador; éstos lo hacían de común acuerdo, o lo dejaban a la suerte, para que finalmente, la comitia curata o asamblea votaba su aprobación y concedía el imperium (mando) al elegido. Algunos de los personajes más famosos de la historia romana ejercieron la dictadura, incluso varias veces: Quinto Fabio Máximo, Julio César, Sila… Pero ninguno alcanzó el prestigio y el reconocimiento de Cincinato.

Y acá vamos a contarles el porque de tanto preámbulo, Cincinato era un reconocido estratega militar, pero se encontraba alejado de las vicisitudes de roma, se encontraba al final de un arado tratando de mantener productivas su tierra más allá del Tíber.

Dice la leyenda que cuando Cincinato recibe la noticia de que le fue conferido el imperium y que en ese momento era investido como Dictador, dejo su arado se vistió de impecable toga blanca y se dirigió a Roma.

Se le pidió que ayudara a defender a los romanos contra los ecuos vecinos, que había rodeado el ejército romano y el cónsul Minucio en las colinas de Alban. Cincinato organizo rápidamente un ejército y con una estrategia bien pensada fue y recuperó el ejército sitiado y derroto a los ecuos, regreso a Roma victorioso, habían pasado 16 días de que fuera designado Dictador, le quedaban 5 meses y medio de mandato; pero él decide renunciar y regresar a su granja dejando el mayor legado de integridad que pueda tener un funcionario público.

Cincinato mostro al mundo que, en la función pública, el cumplimiento de deber en relación a la ciudadanía es el mayor de los honores y una vez cumplido el deber, simplemente se debe dejar el espacio. La eternización en los cargos públicos desgasta y corrompe, ejemplo de lo último tenemos de sobra.

Ya establecido el legado de Cincinato que de tan atrás en el tiempo aún es visto como un virtuoso extraordinario al punto de rendírsele homenaje con una ciudad que lleva su nombre en un lugar tan lejano de Roma, como es la actual Cincinnati, los fundadores de los EEUU equiparaban a George Washington al nivel de Cincinato en las virtudes relacionadas al manejo de la cosa pública.

El 21 de noviembre se realizarán en Paraguay las elecciones para elegir representantes de los Abogados ante el Consejo de la Magistratura, una institución creada por la Constitución del 92, y reglamentada por Ley Nº 296/1994, Que organiza el funcionamiento del Consejo de la Magistratura, un Consejo que tiene las funciones de proponer los candidatos a la Corte Suprema de Justicia, así como a jueces y fiscales, o sea tiene la potestad de establecer la columna vertebral de todo el sistema judicial paraguayo. ¿Por qué es importante? La razón de la importancia es simple, Alexander Hamilton decía “El primer deber de la sociedad es la justicia”, y el Consejo de la Magistratura tiene el deber de proponer a los mejores exponentes de la sociedad para que una vez designados, apliquen la justicia tan necesaria para que un país se vuelva predecible y dejemos de demostrar que seguimos siendo complacientes con quienes no cumplen a rajatabla los preceptos normativos de la república.

Es en este contexto que las elecciones de los representantes de los Abogados se vuelven extremadamente importante, por primera vez no existe el voto cautivo, la Corte Suprema en un acto inimaginable separó a los funcionarios públicos del padrón de los abogados, dejando solo a quienes ejercen la actividad para que designen sus representantes, este hecho transfiere la responsabilidad de elegir a los mejores para el Consejo de la Magistratura, sin excusas, con la mente fría y la responsabilidad de que un voto significará un cambio sustancial en el sistema de justicia de nuestro país.

Es por ello que es el momento de elegir a Cincinatos, virtuosos y con suficiente capacidad de no dejarse absorber por el status quo que nos pervierte desde hace mucho tiempo.

Es el momento de tener gente comprometida con la justicia, no con equipos, ni con caudillos políticos y esa diferencia solo puede realizarse con un acto simple, el voto y el voto dirigido a los mejores.